Creo que he buscado héroes durante toda mi vida.
Ficticios o reales, el sólo hecho de que una persona arriesgue su integridad por otras, no sólo me conmueve; me motiva. Parto con esa confesión porque creo que las siguientes palabras pueden estar emborrachadas de este perfil fanático: a mis ojos, los cómics y las pelÃculas son tierra fértil para enviar mensajes potentes, para salvarnos de una realidad que muchas veces no acomoda ni acompaña.
Imaginen, por ejemplo, 1941. En medio de la segunda Guerra Mundial, los niños leÃan las páginas con la esperanza de que algún titán los liberara de la oscura sombra nazi. Claro, tenÃan revistas con las aventuras de Superman y Batman, dos hombres instalados en ambos extremos de la justicia, pero no les era suficiente, ya que cientos de otros enmascarados habitaban el imaginario en una seguidilla de variaciones del mismo tema: vengadores que lograban la paz -como los soldados en batalla- con armas y puños como guÃa frontal. Sus principios, muchas veces, se veÃan truncados por la violencia y al poco tiempo se hizo necesario una nueva opción. El psicólogo William Moulton Marston, creador del polÃgrafo, imaginó a un guerrero que pusiera la compasión antes de los golpes, usando el amor como brújula. Y para diferenciarlo aún más, instaló una idea que resultaba totalmente radical para la época… tendrÃa que tratarse de una mujer.
Salvo contadas excepciones, era primera vez que una señorita se convertÃa en heroÃna por mérito propio. No se trataba de una versión femenina de sus compañeros, sino que contaba con sus propias armas y aún más, filosofÃa. La visión de Moulton Marston (famoso feminista de la época, que practicaba abiertamente el poliamor y admiraba profundamente a la mujer como equivalente) trataba de una doncella nacida en una isla donde sólo nacÃan amazonas, bastante alejada del “mundo del hombre†y sus causas, pero que al momento de encontrar conflicto representaba las virtudes griegas de Platón más que ningún otro enmascarado: peleaba por lo bueno, lo bello y lo verdadero.
Nunca entendà como dejamos pasar 75 años sin una versión de esa Mujer Maravilla tal como su creador la proyectó. Mientras el personaje de historieta fue desde el primer minuto un Ãcono feminista por su poder, diseño y libertad, los productores de Hollywood declararÃan por décadas que “era muy difÃcil, casi imposible†llevarla a la gran pantalla. ParecÃa que en sus cabezas no podÃa existir esta diosa invencible y femenina, que repartÃa castigo sólo a quienes no escucharan un mensaje que trataba de amor y compasión. Es en esa oscilación eterna donde reside el alma divina de la heroÃna, donde se marca una diferencia fundamental y lo que parecÃa espantar a los productores. “DifÃcil, casi imposibleâ€. Tuvieron que aparecer mapaches soldados, árboles y planetas parlantes en las salas para que por fin comprendieran que una mujer poderosa si era plausible para el espectador.
Wonder Woman llega hoy a nuestros cines de igual manera que lo hizo en los cómics, atendiendo un llamado que los otros héroes no podÃan llenar ni con chistes ni con peleas, ni mucho menos con oscuridad. Mientras diariamente vivimos rodeados de discusiones sobre diversidad y respeto, el largometraje de la talentosa Patty Jenkins -que ya habÃa presentado un infierno femenino en Monster– no es sólo una simple adaptación: es una declaración de principios. No necesita agregar discursos, porque entiende que con el tÃtulo basta. El nuevo aire se respira en las secuencias que dibujan el viaje del héroe de Campbell con una mirada elegante, acorde con los blockbusters y el código de las capas, pero renovándolo con un ángel que parecÃa perdido.
Es una historia que hemos leÃdo antes. Nos cuenta de Diana (casting perfecto con Gal Gadot), princesa de Themyscira, aquella sagrada tierra de guerreras griegas creadas por los mismos dioses para defenderlos. Pero todo cambia cuando a esta Isla ParaÃso llega Steve Trevor (un iluminado Chris Pine), valiente soldado que trae sobre sus botas la guerra que las amazonas tanto veneran pero han decidido alejar. La Mujer Maravilla decide internarse en el mundo de los hombres porque no basta con tener principios escritos en piedra: hay que saber cuándo aplicarlos. Y a pesar de que significa perder su inocencia y divinidad, Diana toma una decisión. Hace años que no veÃa a un héroe en pantalla hacer lo mismo.
La Mujer Maravilla no sólo se encarga de sus villanos, sino de sus vÃctimas. Aplica puños, pero también sonrisas. Es, desde el Superman de Donner, la visión más cristalina de una buena persona. Y vaya cambio que ello hace. Desde el momento en que descubre a Trevor, hasta que sube las trincheras para enfrentar las balas de la Gran Guerra, hay un aura de heroÃsmo y entrega como habÃamos dejado de ver hace años.
Wonder Woman es una pelÃcula importante porque nos habla de poder, pero también de comprensión, de cariño, de hermandad. Quizás estábamos acostumbrados al marketing de la violencia en las pelÃculas, pero si hablamos de los núcleos que definen al superhéroe, esa es sólo la herramienta básica que disfraza un mensaje más profundo y sincero: una preocupación real por el mundo que hoy encuentra cabida. Como pelÃcula, está lejos de ser perfecta, pero es la consolidación de ese mensaje, escrito hace 75 años atrás, el que la eleva por sobre los falsos intentos de sacrificio que nos han intentado vender.
Durante demasiado tiempo, busqué en el cine a esos héroes que me inspiraron desde niño, y todo lo que anhelaba lo encontré por fin en esta mujer.
Excelente columna. Para mi el visionado de WW ha sido de lo mejor de la última década en DC y espero ansioso JL para continuarlo. Me enamoré de Gadot y de la visión mesiánica del personaje frente a Ares. En sÃntesis, una maravilla de cinta.