No me gustan los Kent de los comics post Crisis. Me cargan. Más que padres son abuelitos querendones unidimensionales. Eso de que son la “conexión con la humanidad” de Superman es una mula más de Byrne. A mi juicio, el par de viejitos solo sirvieron para reforzar la imagen de Boy Scout soso que tanto mal le ha hecho al kryptoniano.
Durante mucho tiempo deseé la muerte de los ancianos. Sin embargo, con la llegada de la dolorosamente irregular Smallville, los Kent comenzaron a ganarse mi aprecio. A pesar de eso la idea de la muerte de un Kent como gatillante de la formación de Superman me parece maravillosa, y ya que estamos, mi espíritu iconoclasta se decantaba porque la víctima fuese Martha, quien de lo contrario, como en la película del 78’ se transforma en un clon de la Tía May
A que voy con esto?
A que cuando supe que esta miniserie precuela contemplaba un número centrado en Martha Kent, no podía estar menos entusiasmado. ¿Qué de interesante podría haber en los años de soledad de la viuda Kent?
Pues bien, me equivoqué medio a medio. La historia, escrita por Marc Andreyko, destila humanidad. En las manos de Andreyko, Martha Kent se transforma en una nota de melancolía, tristeza y soledad. Esta maravillosa historia hace posible que podamos empatizar con algo tan poco cercano a uno como una anciana del centro de los Estados Unidos echando de menos a su hijo extraterrestre. Suena demasiado bizarro y sin embargo funciona.
La escena en que Clark descubre su origen kryptoniano es sencillamente sublime.
El dibujo de Kart Kerschl es perfecto para la historia, reflejando con detallismo los matices de las emociones humanas de los protagonistas. El color de Jason Wright inunda cada página de un sol crepuscular y dorado.
Mi único pero es que a pesar de ser una precuela a Superman Returns, el personaje de Ben Hubbard, vecino de los Kent y el hombre que acompaña a Martha Kent en su soledad, brilla por su ausencia.
Miguel "Lex" Ferrada